Rasgos de las fiestas de los inmigrantes latinos en Carolina del Norte
El mes pasado les compartí sobre cómo fue que llegué a Carolina del Norte y sobre el contexto con el que me encontré, específicamente por las dificultades que los inmigrantes sufren ante lo politizado que está el tema de la inmigración ilegal… Les ofrecí algunas de las formas concretas de cómo la policía local está atribuyéndose funciones propias de de Migra (ICE), las cuales quieren oficializarlas a través de la 287g. Pues bien, mientras estas propuestas y otras iniciativas de ley más restrictivas siguen avanzando, el pueblo trabajador inmigrante también hace lo propio para resistir los embates que enfrentan.
Entre las cosas que la comunidad inmigrante hace para protegerse está el portarse bien donde quiera que se encuentren. Ahora se cuidan más de no dar motivos de que los detengan. De por sí, ya desde años atrás las estadísticas indican que los inmigrantes tienen un índice menor en delitos que lo que tienen otros grupos que son de segunda o tercera generación, en medio del ambiente adverso que se ha reforzado, ahora se esfuerzan más en no dar motivos para ser detenidos. Obviamente que nunca falta quien rete todos los consejos de que no tomen si van a manejar, o que comete torpezas que luego les salen muy caras no sólo a nivel personal. Es un hecho que, por culpa de esos cuantos desobedientes, que siendo sorprendidos manejando borrachos, los medios de comunicación se han aprovechado para exaltar el hecho, y más triste cuando hacen generalizaciones que ponen al conjunto de la comunidad inmigrante como malhechora… aunque esas acusaciones no siempre se apegan a la realidad.
Bueno, centrándome en lo que en este mes quiero compartirles, sobre lo que los inmigrantes están haciendo para portarse mejor está su significativo retorno a su religiosidad, puesto de manifiesto en la Fiesta de la Santísima Virgen de Guadalupe.
No hay parroquia de esta Diócesis de Charlotte a donde acuden los hispanos que no esté dando testimonio de lo que fue este año, en comparación con los anteriores, sobre el fervor y pasión con que la gente acudió a cantarle y a rezarle a la Virgen. Su presencia se contaba por los cientos de personas: que si 700, 800, 1200, etc. Incluso a una de las parroquias a donde acudió el Obispo Peter J. Jugis se hablaba de 1500. Ya desde finales de Noviembre en que pasó la Antorcha Guadalupana (proveniente de la Basílica de México con destino a New York) se sentía ese entusiasmo por celebrarle en grande a su Patrona. Además, el componente juvenil dentro de todas estas fiestas que tuvimos fue quizás de las vivencias que más entusiasmo y esperanza han despertado en esta Diócesis de Charlotte.
En mi vicariato de Albermarle tuvimos las siguientes características: en las parroquias más grandes, como son Nuestra Señora de las Américas y Nuestra Señora de Lourdes, Biscoe y Monroe, respectivamente, con novenarios y especialmente triduos, que desde el 10 de Diciembre comenzaron a celebrar a la Guadalupana. Danzas aztecas, procesiones, Rosarios, Mañanitas y Misas. En las parroquias más chicas, como San Santiago el Grande y Ntra Sra de la Aununciación, aunque la afluencia no superó las 130 personas, se reconoce que fue muy emotiva esta fiesta, a sabiendas que el pasado nunca se había tenido semejante participación. De las representaciones de las apariciones de Nuestra Señora que se tuvieron, nos sorprendieron los jóvenes de San Santiago el Grande, estuvo buenísima su actuación. No de menor importancia los logros alcanzados en Nuestra Señora de la Anunciación, pues, aparte de haberse llenado la Iglesia con la concurrencia, al concluir la Eucaristía, el coro animó una muy agradable convivencia.
El ambiente en cada parroquia era de gran devoción, pero también se hizo presente la angustia (por lo que la gente ahora atraviesa). Sin embargo, lo que impuso ante todo fue la alegría, no sólo de los de origen mexicano, sino del conjunto de feligreses de los países latinoamericanos que también participaron. A parte de cantarle, orar, rezar, comulgar en la Eucaristía, no podía faltar el compartir los antojitos: pozole, tostadas, tamales, cafecito, buñuelos, ponche, pan dulce, pastel, etc. Todos se sentían en familia.
La grata presencia de algunos americanos (anglos) fue muy importante. Aunque no entienden la lengua castellana, les agrada la típica alegría, las familias numerosas, los cantos, el convivir y hasta las comidas y antojitos… Es providencial que ellos no sólo respetan a los inmigrantes, sino que reconocen su presencia y que son parte de la Iglesia. Es muy esperanzador cuando, se esfuerzan por integrarse con la comunidad inmigrante, mostrando su inequívoco interés por hacerles sentir que son bienvenidos.
Una característica fundamental de todo esto es que sin el empeño, amor, trabajo y la colaboración de gente servicial, quienes trabajan en los preparativos y en la organización, estos eventos simplemente no se harían posibles. Esta gente es clave, pues con su entrega y servicio, inspiran confianza y logran la participación de la asamblea, tanto con su presencia, pero también con sus aportaciones y donativos. Simplemente hacen lo que han aprendido de su rica cultura, precisamente por sus componentes de festividad, de colaboración y de alegre participación, elementos que acompañan toda esta religiosidad popular.
De este tipo de festividades deben apreciarse muchos otros aspectos valores. Los aspectos festivos, de participación, y de servicio para unir y alegrar a toda la comunidad, son esenciales para mostrar y poner en práctica lo que en la fe cristiana se quiere expresar. En buena medida, se hace ya presente lo que se espera de la plenitud en el Reino de Dios: que todos estén incluidos, que la comida alcance para todos, que la música y el compartir nos haga hermanos ya. En las Fiestas Tradicionales de nuestros pueblos latinoamericanos estos son rasgos fundamentales. En la Fiesta de Guadalupe esto está puesto de manifiesto.
Esta es una fiesta en que participa toda la familia. Desde aquí se expresan, anuncian y difunden valores evangélicos que tanto necesita esta sociedad moderna que prevalece en este país. Los componentes de Familia, de Comunidad, de piedad, religiosidad, de fervor y temor de Dios, de alegría y de sueños de justicia, son todos elementos que tanto proclama el Cristianismo. Éste, que se encuentra tan acechado con los anti-valores del materialismo, el hedonismo, el ateísmo, los cuales tanto refuerzan el individualismo, tan típicos en esta sociedad de consumo y de legalismos, que tanto nos privan de practicar la caridad y la hermandad con que anunciemos la nueva sociedad.
Esta no fue otra fiesta más de los inmigrantes latinos, sino que en buena medida también representó para muchos la oportunidad de reforzar la esperanza y sus sueños de una mejor vida. El acontecimiento del Tepeyac, precisamente es más que un mero acto en que la Madre consuela a sus hijos que sufren por un sistema que los oprime, sino que también lanza a la comunidad hacia utopías de dignidad, de libertad, de fraternidad.
Aunque la afluencia fue notablemente mayor a la que en años anteriores, en la práctica, en realidad eran sólo una minoría, respecto de la que vive en la zona de cada parroquia; comparada, por ejemplo con la afluencia que tiene semanalmente La Pulga, o cuando hay un baile con conjunto o con banda tocando… Además de que, por otro lado, muchos otros hispanos se están yendo con las otras Iglesias Cristianas, quienes están haciendo lo suyo para llenar las bancas de sus templos.
En fin, tenemos pues, que en torno a la Fiesta de Guadalupe hay todo un potencial evangelizador, generador de vitalidad y de esperanza, que construye comunidad y anuncia la nueva sociedad: Pero lamentablemente, dado que “la cosecha es abundante y pocos los trabajadores”, se deja sentir la falta de instrucción y de la adecuada evangelización. Tan es así que, quizás esta Fiesta no es tan potente como lo son las cosas materiales: el trabajo, el dinero y el éxito social que esta sociedad les ofrece a los inmigrantes, por lo que aún la Fiesta Guadalupana queda chica ante otros atractivos mundanos con los que el pueblo a veces prefiere irse.
Con todo esto que presencié, me queda la inquietud de desarrollar una labor más misionera. Que en un primer momento logremos llevar la Buena Nueva a las casas de la gente, por ejemplo, a los parqueaderos, a La Pulga, Wal-Mart y esos tantos otros lugares a donde confluye la gente… Que la gente sienta respeto y cálido interés de hermanarnos con ellos. Y que en un segundo momento, habiendo logrado transmitir simpatía, generosidad, solidaridad y compromiso, busquemos la manera de construir comunidad y vivir mejor nuestra fe para cumplir con nuestra misión como Iglesia.
En mi siguiente aporte compartiré cómo nos está yendo en los ministerios que estamos intentando organizar dentro de las parroquias de mi Vicariato de Albemarle.
Hno. Ricardo Greeley, SJ
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